Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 8 de enero de 2018

Henry Miller (I)



Fragmentos:



      Sin embargo, sus palabras me produjeron un efecto inesperado. En lugar de salir precipitadamente de casa nada más cenar, como solía hacer, aquella noche me tumbé en el sofá a obscuras y me sumí en un profundo ensueño. <<¿Por qué no pruebas a escribir?>> Esa frase se me había quedado grabada en el coco todo el día, se repetía insistentemente, hasta cuando estaba dando las gracias a mi amigo MacGregor por los diez dólares que le había sacado después de dedicarle las lisonjas y los halagos más humillantes.
      En la obscuridad empecé a abrirme camino de regreso al centro. Empecé a pensar en los felicísimos días de mi infancia, los largos días estivales en que mi madre me cogía de la mano y me llevaba al campo a ver a mis amiguitos: Joey y Tony. De niño era imposible comprender la alegría debida a una sensación de superioridad. Ese sexto sentido, que te permite participar y al mismo tiempo observar tu participación, me parecía patrimonio normal de todo el mundo. No sabía que disfrutaba con todo más que los otros chicos de mi edad hasta que me hice mayor, no cobré conciencia de la disparidad entre los otros y yo.
      Escribir medité debe de ser un acto desprovisto de voluntad. La palabra, como la corriente profunda del océano, debe emerger por su propio impulso. Un niño no necesita escribir, es inocente. Un hombre escribe para expulsar todo el veneno que ha acumulado a causa de su forma de vida falsa. Trata de recuperar su inocencia, y, sin embargo, lo único que consigue (escribiendo) es inocular el mundo con el virus de su desilusión. Ningún hombre pondría palabra alguna por escrito, si tuviera el valor de vivir lo que cree. Su inspiración se desvía en el origen. Si lo que desea crear es un mundo de verdad, belleza y magia, ¿por qué coloca millones de palabras entre la realidad de ese mundo y él? ¿Por qué aplaza la acción... a no ser que, como otros hombres, lo que desee en realidad sea poder, fama, éxito? <<Los libros son acciones humanas en la muerte>>, dijo Balzac y, sin embargo, pese a haber discernido la verdad, entregó el ángel al demonio que lo poseía.
      Un escritor corteja a su público tan ignominiosamente como un político o cualquier otro charlatán; le gusta sentir el gran pulso, recetar como un médico, lograr un puesto propio, que lo reconozcan como una fuerza, recibir la copa rebosante de adulación, aunque tenga que esperar mil años. No desea un mundo nuevo que se pueda crear de inmediato, porque sabe que nunca lo satisfaría. Desea un mundo imposible en que él sea el gobernante títere y sin corona dominado por fuerzas que lo superen por completo. Se contenta con gobernar insidiosamente en el mundo ficticio de los símbolos, porque la mera idea del contacto con realidades crudas y brutales lo espanta. Es cierto que ahonda en la realidad más que otros hombres, pero no hace esfuerzo alguno para imponer esa realidad superior al mundo por la fuerza del ejemplo. Se conforma sólo con predicar, con arrastrarse tras el desastre y las catástrofes: un profeta agorero de la muerte, siempre sin honor, siempre lapidado, siempre esquivado por quienes, por ineptos que sean para sus tareas, están dispuestos a asumir la responsabilidad por los asuntos del mundo. El auténtico gran escritor no quiere escribir: quiere que el mundo sea un lugar en que pueda vivir la vida de la imaginación. (...)

***







      <<Me gustaría decir otra cosa más. Ahora ya sé a qué venía eso. Es lo siguiente: compadezco al tipo que haya nacido escritor. Por eso tomo tanto el pelo a este andoba; intento desanimarlo, porque sé lo que le espera. Si de verdad vale algo, está apañado. Un pintor puede producir media docena de cuadros en un año... según me han dicho. Pero un escritor... pero, bueno, si a veces tarda diez años en escribir un libro y, como digo, si es bueno, tarda otros diez años en encontrar editor y después tienen que pasar por lo menos de quince a veinte años antes de que sea reconocido por el público. Es casi una vida... para un libro, tú fíjate. ¿Cómo va a vivir mientras tanto? Bueno, suele vivir como un perro. A su lado un medigo lleva vida de príncipe. Nadie emprendería esa carrera, si supiese lo que le espera. Para mí, es un disparate de pies a cabeza. Te digo rotundamente que no vale la pena. El arte nunca ha sido algo que deba producirse así. Lo que pasa es que en la actualidad el arte es un lujo. Yo podría salir adelante sin leer nunca un libro ni mirar un cuadro. Tenemos demasidas cosas más: no necesitamos libros ni cuadros. La música, sí... la música siempre la necesitaremos. No necesariamente buena música... pero música. En cualquier caso, ya nadie escribe buena música... Tal como yo lo veo, el mundo se está echando a perder. No se necesita demasiada inteligencia para salir adelante, tal como están las cosas.. De hecho, cuanto menos inteligente eres, mejor posición tienes. Ahora todo estás organizado de tal modo, que te sirven las cosas en bandeja. Lo único que necesitas es saber hacer una sola cosa medianamente bien; te afilias a un sindicato, haces el menor trabajo posible y, cuando te jubilas, ta pasan una pensión. Si tuvieras alguna inclinación estética, no podrías pasar por la estúpida rutina año tras año. El arte te vuelve inquieto, insatisfecho. (...)

***



      Cuando cesa el dolor, la vida parece espléndida, aun sin dinero ni amigos ni ambiciones elevadas. Simplemente respirar con facilidad, caminar sin un espasmo o una punzada repentinos. Entonces los cisnes son muy bellos; los árboles también. Hasta los automóviles. La vida se desliza sobre patines de ruedas; la tierra está grávida y produce constantemente nuevos campos de espacio magnético. ¡Ved cómo inclina el viento las menudas briznas de hierba! Cada brizna es sensible; todo responde. Si la propia Tierra sintiera dolor, no podríamos hacer nada para remediarlo. Los planetas nunca tienen dolor de oídos; son inmunes, si bien llevan dentro dolor y sufrimiento indecibles. (...)




Henry Miller. "Sexus". 2012, edhasa.



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