Frente al silencio.

Frente al silencio.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Miguel Martínez




II



Yo volvía del colegio y era un niño
caminando por la acera de mi barrio
con toda mi conciencia para mí
como un parque recién inaugurado.
Entonces jugaba siempre el mismo juego
en mi mente había un botón
que yo pulsaba.

Los coches se quedaban congelados
los pájaros en pause
los niños a mitad del tobogán
los abuelos a punto de entregar la receta en la farmacia
hasta la lluvia se quedaba suspendida
como si las gotas estuvieran cosidas en el aire.

Entonces yo corría en todas direcciones
me montaba en los coches que me daba la gana
merendaba gratis en las pastelerías
pintaba tonterías en la cara de los señores serios
levantaba la falda a cuadros del misterio
ganaba por una vez mi partida contra el mundo.

Muchos años después
juego a escribir poemas
es el único modo que he encontrado
de pulsar ese botón de vez en cuando.






Algo más que poner
el lavavajillas


<<La cotidianidad nos tiende diariamente
una telaraña en los ojos>>.

Espantapájaros, OLIVERIO GIRONDO



Quisiera traer del pescuezo
una vaca naranja algunos días
colocarla en mitad del salón
justo delante de tus ojos
y decirte ¡mira!

Me gustaría construir el Taj Mahal mañana
encima de la estantería
con las páginas de todos estos libros que acumulo
en los que me sigo mirando, ¡qué pesado!
como si las palabras fueran aspirinas.

Quisiera sacar fuerzas para robar una estera colorista
al jefe supremo de la tribu de los yanomami
y ponerla debajo de tus pies dormidos
justo un segundo antes de que pises el parqué
tan lleno de arañazos.

Qué grande si tus cansados ojos al llegar del curro
pudieran contemplar cómo termino el Guernica
en la pared del baño.
Si un martes cualquiera por la noche
fuera capaz de representar Hamlet
en un inglés completely perfect
yo solito haciendo de príncipe, de Ofelia, de espectro
y también de calavera.

Ojalá supiera tocar un instrumento que no existe
o mejor aún, fabricarte un saxofón, tu favorito,
con todas las latas de atún en aceite vegetal
que nos comemos.

Pero no puedo
estoy cansado
el tiempo es un ejército
de yaveremos y de mañanahablamos
y me mata con esa rara constancia
de la mancha en la pared.

Así que a falta de verdaderos logros
te ofrezco lo poquito que atesoro
mi torpe pero honrado patrimonio:
esta lengua, esta nariz, estas orejas
y estos dos ilusionados ojos
que a tu lado tienen ganas
de mirar esta película del mundo
hasta que ascienda tarde
ya muy tarde
lentamente y poco a poco
la palabra FIN
del horizonte.





Ouija



Yo era el niño más cobarde de mi barrio
y quizá también de mi planeta.
Me mataban de miedo todos los espíritus
que brillaban en la noche inmensa de mis nueve años.
Mira ahí estoy yo
con mi pijama de lágrimas
el que está fabricando un escudo con la sábana
deseando que se haga de día cuanto antes.

¿Qué hace un niño
rogándole al fantasma de su madre
que no se le aparezca?

Pero el miedo también es un país
y tiene límites
no sospechaba, entonces, que las cosas
tuvieran la extraña costumbre de acabarse.
Se acabó aquel niño asustadizo
y llegó esta angustia con barba y nubarrones.
De aquellos cuervos retorcidos solo queda
la jaula vacía que son estos poemas.

Hoy puedo ver pelis de terror mientras bostezo
y repaso la clase de mañana.
De vez en cuando cruza un fantasma este salón
y yo saludo pero no hago caso.
Las almas de los muertos se cansaron de seguirme
desde que empezó a matarme de miedo
precisamente la posibilidad contraria:
que no existieran.








Por eso



Las reglas son las reglas
no se puede abrazar a una madre muerta
sobre todo si condición de muerta
ya tiene bastantes años.

No se puede pasar la mano
por encima de sus hombros
ni guiñarle un ojo
al menos sin haber enloquecido previamente.

Imposible entrar descalzo
en el jardín que alimenta sus cenizas
sin clavarse la estúpida realidad
y sangrar cientos de panteras inútiles.
No se puede convencer a los gusanos
de que se busquen a otra.

No te dejan poner una hamaca en su vientre
regalarle unos pulmones por su cumpleaños
mirar sus ojos y decirle buenas noches.
No se puede discutir con ella
convencerla de que se despierte
no contesta.
Por eso escribo.






Miguel Martínez. "Viajes a una fresa". 2017, Algaida Editores.



No hay comentarios: