Frente al silencio.

Frente al silencio.

domingo, 12 de febrero de 2017

Javier Salvago (II)




RETRATO


Habla poco, y a muy pocos
se atreve a llamar amigos,
pasa de largo si hay bulla,
no visita a sus vecinos,

cruza la calle fumando,
siempre dentro de sí mismo,
viendo el mundo desde fuera
igual que quien lee un libro,

atrapado sin salida
en su propio laberinto,
pero ni sordo ni ciego
ni indiferente ni frío:

un solitario que vive
con una mujer y un niño.





LA SOLEDAD DEL ESCRITOR DE FONDO


Escribir como todo no es nada,
pero importa. No pocos se arriesgan
a estrellarse por esa bobada
de dejar unos cuantos poemas.

Porque importa, uno sigue adelante
contra viento, marea y mareo,
aunque sepa que no escucha nadie,
aunque no se lo tomen en serio.

Uno sigue adelante, aunque a veces
se pregunta si vale la pena,
para nada y por nadie, exponerse
a amargarse el café y la existencia.





ÚLTIMO RETRATO DE JUVENTUD


Hace casi tres años que no escribo
poemas, me abandono, apenas leo;
no me cultivo ni me informo. Siento
dentro de mí una especie de vacío

que avanza y no me asusta como un río
de lava; o mejor, como un desierto
que va ganando más y más terreno
al calcinado bosque, ayer tan vivo.

Sueño poco. Deseo lo necesario.
No tengo nada, y nada extraordinario
espero en adelante. No disfruto

del placer de vivir. Miro la vida
con reserva y distancia. Cada día
me consienten los años menos humos.





FÁBULA

En sus mejores sueños de muchacho,
en los más exaltados, se veía
como el protagonista de una historia,
oscura, de fracaso y resistencia.
Un digno perdedor que con distancia
e ironía encajaba la derrota,
cantada, de la vida.
                                Un hombre, al fin,
bastante parecido a éste que hoy
lo observa al otro lado del espejo.

La moraleja de este cuento advierte
que hay que tener cuidado con los sueños
porque, a veces, resulta que se cumplen.








HAIKU

Cayó la noche,
pesada como un fardo,
sobre nosotros,

y vimos las estrellas.





NADA IMPORTA NADA


Si algo enseñan los años
es la poca importancia
que tiene todo.
                         Todo,
tarde o temprano, pasa.
El amor, que se va
como viene. La vaga
juventud, con sus sueños,
sus grandes esperanzas.
Días de vino y rosas,
épocas de abundancia
del corazón. El brillo,
la belleza, las ganas
de llevarse a la vida
por delante. Las fatuas
ilusiones
                     ―estrellas
que de pronto se apagan
y nos dejan en una
noche oscura del alma.
El dolor que creías
interminable. El ansia
por conseguir aquello
que, conseguido, es nada.
La vanidad, sus pompas:
gloria, fortuna, fama,
uno mismo, sus obras,
sombras de un sueño, escarcha
rocío de una noche
que el sol de otro mañana
derrite, vanidades,
espejismos, fantasmas...

Si algo enseñan los años
es que todo se acaba.
Que nada, en este juego,
dura ni importa nada.






Javier Salvago. “La vida nos conoce”. 2011, Editorial Renacimiento.




No hay comentarios: