Frente al silencio.

Frente al silencio.

jueves, 8 de diciembre de 2016

John Fante (I)





MONAGUILLO



Fragmento:



      En cierto época ayudé en misa con Allie Saler y Allie se encargaba del lado derecho. Quiero decir que él tenía que darle el vino al cura, tocar la campanilla, mover el misal y hacer prácticamente todas las cosas importantes que tienen que hacer los monaguillos. A todos los niños que hacíamos de monaguillos nos gustaba estar en el lado derecho porque era el más importante. Es mucho más importante que estar en el lado izquierdo. El monaguillo de este lado apenas hace nada. Lo único que hace es arrodillarse y sostener durante la comunión.
      Llegábamos a la sacristía unos diez minutos antes del comienzo de la misa, y cuando era el momento de decidir cuál se ponía a la derecha, yo decía que yo y él que él. Empezábamos a soltar tacos, uno tras otro, y entonces entraba el padre Andrew.
      ―Vamos, vamos, ¿qué está pasando aquí? decía.
      Se lo explicábamos.
    ―Bah, eso no es nada. Yo lo arreglaré. Que Allie se ponga esta vez a la derecha.
      Detestaba la cara que ponía Allie entonces. Era como si ya hubiera decidido con el padre Andrew que yo me iba a poner a la izquierda, y el padre miraba directamente a Allie, como si yo no estuviera allí, y era como decir: Tú me gustas más que él, tu padre es el dueño del drugstore, su padre nunca asiste a la iglesia, y por eso tú ten pondrás a la derecha.

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GRANDES LIGAS



Fragmento:


      La hermana Agnes siempre me preguntaba por mi casa. Siempre decía que iba a ir a mi casa para comprobar si me portaba bien con mi madre. Me alegro de que no apareciera. Mi casa no es muy buena. En realidad no es mi casa. Queiro decir que es la casa de mi padre. No es una casa bonita. La ventana delantera está rota. Mi hermano se la cargó con una herradura. El agujero hace que parezca la casa de unos pobres. El porche delantero era blanco, pero cuando jugamos a la pelota apuntamos los resultados en las paredes y los postes. Ahora el porche está hecho un asco. La hermana Agnes pensaría que somos unos pobretones si lo viera. En el patio delantero, donde tenemos primera base, segunda base, tercera base, campocorto, montículo del lanzador y plato, toda la hierba está marchita. La hermana se daría cuenta de lo pobres que somos si la viera. Me alegro de que no viniera.
      Mi madre se emocionó cuando le dije que la hermana Agnes quería visitarnos. Me dijo que averiguara qué día iba a ir. Pero no hice ninguna averiguación. Mentí. Le dije a mi madre que la hermana Agnes no se presentaría hasta el verano.
      Mi madre no tenía educación suficiente para pensar que la hermana Agnes podía visitarnos. Las monjas no comen fuera. Tienen un lugar ya fijado. Por eso son monjas. Me habría sentido muy humillado si la hermana Agnes nos hubiera hecho una visita. Nuestra casa es poca cosa. Habría pensado que éramos muy pobres cuando nos hubiéramos sentado a la mesa. Mi madre habría preparado macarrones. La hermana habría pensado que era un disparate. No tenemos mantel. Mi madre pone periódicos. Pone la página de pasatiempos debajo del plato de mi hermano y los resultados de los partidos debajo del mío. Mientras como, puedo ver lo que han hecho los chicos de los principales equipos. Parece que las asistencias están otra vez a la orden del día este año.

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CAMINO DEL INFIERNO



Fragmento:


      Cuando vas a confesar debes contarlo todo. Quien esconde un pecado se mete en problemas de inmediato, porque aunque engañes al cura, no es fácil engañar a Dios. En realidad, no puedes. Todos los viernes, en Santa Cantalina, recibimos instrucciones en el confesionario. Nuestra maestra es la hermana Mary Joseph, que es la que nos habla de la omnisciencia de Dios, que significa que lo sabe todo. Lo ejemplifica con la historia del Muchacho que intentó esconder un pecado en el confesionario.
      La hermana Mary Joseph nos contó que este chico era un buen Muchacho. Estudiaba con ganas y sacaba buenas notas. Obedecía a su padre y a su madre y rezaba sus oraciones por la mañana y por la noche. No decía palabrotas y todos sus pensamientos eran puros. Todos los sábados se confesaba y todos los domingos por la mañana iba a comulgar. Como puede verse, no había nada malo en un Muchacho como aquél.
      Pero era como todo. En cuanto un chico se porta bien, llega el Diablo, es decir, la Tentación. Incluso un buen Muchacho como aquél tenía un montón de tentaciones. La hermana Mary Joseph decía que un día este Muchacho iba paseando por la ciudad, engolfado en sus cosas, cuando llegó a un escaparate en el que se veían muchos bates y guantes de béisbol. El Muchacho era pobre. Tenía un guante de béisbol, pero no era muy bueno. En fin, el caso es que siempre había querido uno nuevo. En el escaparate vio la miel y de inmediato la deseó con todos sus fuerzas. Cuando quieres algo con todas sus fuerzas, sobre todo si es algo que no puedes tener, se llama tentación. Él quería ese guante, pero sabía que no podía comprarlo, así que debería haberse olvidado de él. Pero no. Se quedó delante de escaparate y, cómo no, el Diablo fue a verlo. Yo sé cómo se sentía aquel Muchacho, porque he oído al Diablo a menudo, y parece que siempre esté delante de los escaparates esperando que acuda algún chico, sobre todo un chico deseoso de un guante nuevo, o de una pistola, o de cualquier cosa que cueste mucho dinero.

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John Fante. “El vino de la juventud”. 2013, Editorial Anagrama.



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