Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 9 de mayo de 2016

Jon Krakauer (I)



Fragmentos:




      Quería movimiento, no una existencia sosegada. Quería emoción y peligro, así como la oportunidad de sacrificarme por amor. Me sentía henchido de tanta energía que no podía canalizarla a través de la vida tranquila que llevábamos.

                                                       LEÓN TOLSTOI, Felicidad familiar

      [Pasaje subrayado en uno de los libros encontrados junto al cadáver de Chris McCandless.]

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      >>Se notaba enseguida que era muy inteligente reflexiona Westerberg mientras apura su tercera copa. Leía mucho. Utilizaba palabras rebuscadas. En parte, creo que lo que pudo llevarlo a meterse en problemas era que pensaba demasiado. A veces se emperraba demasiado en querer entender el sentido del mundo, en desentrañar qué motivaciones podían tener las personas para ser tan malvadas las unas con las otras. En un par de ocasiones le comenté que era un error profundizar tanto en esos asuntos, pero Alex no paraba de dar vueltas y más vueltas a todo. Siempre tenía que saber cuál era la respuesta correcta a un problema antes de pasar al siguiente.>>

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      Ésta es la copia de mi expediente académico. El curso me ha ido muy bien y he terminado con un promedio de notas muy alto.
      Gracias por las fotografías, la maquinilla de afeitar y la postal de París. Parece que disfrutasteis mucho con el viaje. Debió ser muy divertido.
      Le entregué a Lloyd [el amigo íntimo de Chris en Emory] su fotografía, y me ha dicho que os dé las gracias; no tenía ninguna instantánea de la entrega del diploma.
      Por lo demás no hay mucho que contar, salvo que el calor aprieta y la humedad es sofocante. Recuerdos a todos de mi parte.

      Fue lo último que la familia de Chris supo de él.
      Durante el último año que pasó en Atlanta, Chris había vivido fuera del campus en una habitación monacal, amueblada con poco más que un delgado colchón extendido sobre el suelo, una mesa y unas cajas de cartón. Lo mantenía todo tan ordenado y sin mácula que parecía un barracón del ejército. Ni siquiera tenía teléfono, de modo que Walt y Billie no podían llamarlo.
      A principios de agosto de 1990, al ver que no daba señales de vida desde que habían recibido la nota con las calificaciones finales, los padres de Chris decidieron viajar en coche hasta Atlanta para visitarlo. Cuando llegaron al apartamento, lo encontraron vacío y con un cartel pegado en la ventana que rezaba <<Se alquila>>. El administrador de la finca les dijo que Chris se había mudado a finales de junio. Cuando Walt y Billie regresaron a casa, descubrieron que todas las cartas que le habían mandado durante el verano les habían sido devueltas en un paquete.
      <<Chris había dado instrucciones a la oficina de correos para que las retuvieran hasta el 1 de agosto, por lo visto con la intención de que no nos enteráramos de lo que pasaba explica Billie. Nos dejó muy preocupados.>>

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      Desde niño, McCandless se había sentido hechizado por la literatura de London. La ardiente condena de la sociedad capitalista, la glorificación de los instintos primitivos, la vindicación de la plebe, todo ello era un espejo de sus propias pasiones. Fascinado por el grandilocuente retrato que London hizo de la vida en Alaska y el territorio del Yukon, McCandless releía una y otra vez novelas como La llamada de la selva y Colmillo blanco o cuentos como <<El fuego de la hoguera>>, <<Una odisea nórdica>> y <<El ingenito de Porportuk>>. Estaba tan cautivado por estos relatos que pareció olvidar que eran invenciones, construcciones imaginarias que tenían más que ver con la sensibilidad romántica de London que con la realidad de los grandes espacios salvajes subárticos. Tal vez por razones de conveniencia, pasó por alto el hecho de que el propio London había pasado un único invierno en el Norte y llevaba una vida que guardaba una escasa semejanza con los ideales que propugnaba, hasta el punto de convertirse en un alcohólico obeso y fatuo y suicidarse a los 40 años en su finca de California.

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Puede que pase mucho tiempo antes de que nos veamos de nuevo. Pero, si consigo superar la prueba de mi viaje a Alaska y todo sale como espero, te prometo que volverás a tener noticias mías. Quiero repetirte los consejos que te di en el sentido de que deberías cambiar radicalmente de estilo de vida y empezar a hacer cosas que antes ni siquiera imaginabas o que nunca te habías atrevido a intentar. Sé audaz. Son demasiadas las personas que se sienten infelices y que no toman la iniciativa de cambiar su situación porque se las ha condicionado para que acepten una vida basada en la estabilidad, las convenciones y el conformismo. Tal vez parezca que todo eso nos proporciona serenidad, pero en realidad no hay nada más perjudicial para el espíritu aventurero del hombre que la idea de un futuro estable. El núcleo esencial del alma humana es la pasión por la aventura. La dicha de vivir proviene de nuestros encuentros con experiencias nuevas y de ahí que no haya mayor dicha que vivir con unos horizontes que cambian sin cesar, con un sol que es nuevo y distinto cada día.

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Jon Krakauer. “Hacia rutas salvajes”. 2015, Ediciones B



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