Frente al silencio.

Frente al silencio.

jueves, 16 de julio de 2015

Michel Houellebecq (II)



La búsqueda de la felicidad





SIN RECONCILIARSE



Mi padre era un imbécil bárbaro y solitario;
Ebrio de decepción, solo ante el televisor,
Rumiaba unos planes frágiles y muy raros,
Su mayor alegría era verlos fracasar.

Me trató siempre como a una rata a la que perseguir.
La mera idea de un hijo, creo, le asqueaba.
No soportaba pensar que le aventajase un día,
Sólo por seguir vivo cuando él reventara.

Se murió en abril, gimiente y perplejo;
Su mirada delataba una cólera infinita.
Cada tres minutos, insultaba a mi madre,
Criticaba la primavera, hacía bromas procaces.

Al final, justo antes de acabar su agonía,
Una calma breve recorrió su pecho.
Sonrió al decir <<estoy nadando en orines>>,
Y después se apagó con un ligero estertor.







NATURALEZA



No envidio a esos pomposos imbéciles
Que se extasían ante la madriguera de un conejo
Porque la naturaleza es fea, cargante y hostil;
No tiene ningún mensaje que transmitir al ser humano.

Es agradable, al volante de un potente Mercedes,
Atravesar lugares grandiosos y solitarios;
Manejando con destreza la palanca de cambios
Se dominan los montes, los ríos y las cosas.

Los cercanos bosques se deslizan bajo el sol
Y parecen reflejar conocimientos antiguos;
Se presienten maravillas en el fondo de sus valles;
Y al cabo de unas horas, empiezas a confiarte;

Te bajas del coche y empiezan los problemas.
Aterrizas en mitad de un desorden repugnante,
De un universo abyecto y desprovisto de sentido
Hecho de piedras, de zarzas, de moscas y de serpientes.

Echas de menos los aparcamientos y los vapores de gasolina,
El brillo suave y sereno de un mostrador de níquel;
Demasiado tarde. Demasiado frío. Comienza la noche.
El bosque te oprime en su cruel sueño.









Son las nueve de la noche, la oscuridad se instala
Ya no puedo gritar más, ya no me quedan fuerzas
Llueve suavemente, empiezan las vacaciones
Trato de imaginar que todo eso me da igual.

Por vigésima vez descuelgo el teléfono
Ya no tengo nada que decir, pero puedo escuchar,
Seguir la vida de la gente e interesarme por ella,
Nadie contesta, por vigésima vez.

He comprado pan y queso en lonchas,
Lo que debería evitar que me reventase el ojo derecho
La comida gorgotea, creo que estamos a domingo,
El tiempo, por fortuna, es moderadamente fresco.

Si hay alguien que me ame, en la Tierra o las estrellas,
Debería darme alguna señal ahora
Siento cómo se acumulan los indicios de un desastre,
En mi brazo, la cuchilla traza una línea recta.








Huellas de la noche.
Una estrella brilla, sola,
Preparada para lejanas eucaristías.

Los destinos se reúnen perplejos,
Inmóviles.

Nos dirigimos, lo sé, hacia extraños amaneceres.








Michel Houellebecq. “Poesía”. 2012, Anagrama.



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