Frente al silencio.

Frente al silencio.

miércoles, 8 de julio de 2015

Francisco Umbral.



Fragmentos:





      Dejé el colegio, dejé mi casa, lo iba dejando todo, apenas aparecía por vagas escuelas en las que se arremolinaban las cordilleras de la pobreza, la Oretana, la Carpetana, la Penibética, en torno a la estufa de serrín y carbón ovoides, dejé la casa, mi casa, cada muerto en su cama, cada enfermo en su caja, escapaba por las mañanas, con cuatro perras que me daba mi madre, como al colegio o a la parroquia, pero vivaqueaba un poco por el mercado, brujuleaba robando fruta, hasta que un día me cogió la Cantarina, frutera viuda y fea, de muchos olores y reaños, y me dio unas hostias por tomarle una pera.
      Desayunado de hostias o peras, tiraba piedras al río, o me columpiaba en los columpios del Poniente, hasta que llegaba alguna niña a dejarse columpiar, que la empujaba yo del culito duro, apretado, histérico, nervioso por el vuelo, y le veía, bajo la falda volandera, las piernas blancas y harinosas, como leche en polvo, y el triángulo decente y rosa de la braga.



***





      Mi madre había jugado a la patacoja por los campos góticos y había sido niña de lazo morado y largo en el pelo, lazo siempre un poco destrenzado y colgante, como la que luego va a tomarse otras libertades y descuidos en la vida.
      Mi madre, ya en Valladolid, salió un día a la calle vestida de mujer nueva, y entonces Penagos le hizo dibujos para todas las portadas de la época, Julio Romero de Torres le hizo calendarios para todos los calendarios de la época, Greta Garbo decidió parecerse a ella, porque la había visto retratada en una revista española, seguramente en Crónica o Estampa, en sepia, y de ahí nació Greta Garbo, una cursi que se pasaría la vida malimitando a mi madre en las películas.
      Greta Garbo le copió a mi madre la gracia fija y fácil de la onda breve en el pelo, la frente limpia de mujer que se atreve a pensarlo todo, los ojos claros y alegres y tristes, tan grandes en la cara, la nariz recta y la boca convencional, que era lo más de la época.
      Qué habría sido de Greta Garbo sin mi madre. Greta Garbo habría sido una atleta sueca que habría ido mejorando sus marcas de olimpiada en olimpiada, pero nunca se habría dedicado al cine. (...)



***










      Inmensos bosques de coníferas y helechos arborescentes cubrían los continentes, purificando la atmósfera de anhídrido carbónico, y cuando pronuncié aquello allí, así, traspasado por su grandilocuencia involuntaria, agitado yo de bosques de coníferas, todo Rubén, todo Espronceda, todo el romanticismo y el modernismo, todas las malas traducciones francesas leídas en la biblioteca de casa, en el cuarto de mi madre, en el patio verde y primero, todo aquello cantaba en mí, despertaba, vivía, como un monte de pájaros que había llevado en el pecho sin saberlo, y aquella modesta descripción de introducción a la Prehistoria dejó en suspenso los siete círculos concéntricos y maléficos de la escuela, como los siete círculos ¿eran siete?― de la Divina comedia que yo había leídos con la cabeza en las rodillas de Greta Garbo (el Infierno, porque el resto es insoportable; el Mal, porque del Bien no crece literatura)...








Francisco Umbral. “Los helechos arborescentes”. Biblioteca El Mundo, 2001




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