Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 2 de junio de 2015

Anaïs Nin



Fragmentos:




      Lo que no he podido escribir termina por perderse. Ahora nunca puedo volver atrás. Sólo estoy interesada en el presente. El espíritu del presente lo es todo para mí. El éxtasis del momento. El día a día. La plenitud de cada día es asombrosa. Ayer, la mujer de la tienda, que me prestó una faja porque mi único vestido de noche está manchado por el deseo de Henry una noche. El acoso impaciente de [William] Hoffman por la tarde. Las historias que le cuento. Lo tiento. Bailar en Harlem. Mi carta a Hugh sobre su primera acuarela, clavada en la pared delante de mí. Los rudimentarios mensajes especiales de Huck. Fundidos y disueltos en amor, tartamudeando amor. Richard, que cada vez me trae un paquete de cigarrillos. Henry escribiendo a máquina cuando llego a casa, después de haberme arrancado de la fiesta Hoffman, aborreciendo incluso Harlem porque estoy con Hoffman y otros vicepresidentes guantes blancos, mayordomos, casa privada en la Quinta Avenida. Flores especiales que me envían desde Savannah. Reparación de medias, a veinticinco centavos la pieza. Carta a Padre: <<Por favor, admírame. Eres el único que no está satisfecho conmigo. Sé, por favor, un padre indulgente>>. La radio puesta. Cigarrillos Old Gold. Tomar notas del psicoanálisis de la violinista. Me da el dinero que ha ganado por primera vez en su vida. Algún día escribiré largo y tendido sobre ella. Será una de mis amigas. Me gustó desde el primer momento. Las sales de baño de Eduardo se han terminado. Mis sandalias de París están gastadas. He tenido que tirar los guantes de París. Leí a Hemingway y me gustó su veracidad. Le dieron puñetazo en la cara por eso. La casa del incesto va adelante la mar de bien. Cada día se teje un nuevo plan, vuelve a tejerse, se moldea y se le vuelve a dar forma. Pero contiene la clave de todos los misterios. (…)

***




      Henry estaba dolido. Siento otra vez que, a causa de su pasividad, de su falta de ganas de luchar, lo había herido. Me sentí culpable y débil por haber tenido que intervenir. Aplastada y cansada. Dispuesta a aceptar sus actos locos o necios para salvar nuestro pobre amor.
      Fraenkel está molesto por su caricatura y Henry no ve por qué.
      Así que tengo que vivir para mí misma, lejos de Henry. Renunciar a lo absoluto.
      Lo odié un día y una noche. Luego volví con él. Sus besos apasionados y sus excusas. Nuestras caricias terriblemente placenteras, quizá debidas al contraste con el sufrimiento, al antagonismo y a la desesperación. Es todo lo que tengo. Es todo lo que él me da. Lo tomo, deseando que se funda todo en el mismo momento. Pero me siento frustrada por el sueño imposible. La separación es necesaria y la pasión acabará por morir.
      Con esta desesperación, me arrojo a los sentidos, al placer, al análisis, a la bebida, a los juegos con Feri. Iré sola a Londres. Buscaré a otro Rank. Me siento muy cerca de Hugh, que es tan bueno conmigo; lo amo con una profunda gratitud. Pero también me niego a aceptar ninguna limitación con respecto a él. Me vuelvo, abandono lo absoluto, giro a la izquierdo, a la derecha, ¿me disperso?
      ¡Henry! ¡Henry! ¡Oh, Henry mío! Todas tus mujeres han de ser infieles, han de abandonarte, porque no eres un hombre, eres el niño que chupa los pechos de una hasta que sangran.






      Le dije:<<Henry, me he estado alejando de ti. Me siento morir participando en tus esfuerzos para que nuestra relación no sea romántica. Ha sido muy grande. No quiero empequeñecerla. Hay algo en ti que quizá no te haga incapaz de amar pero que hace que destruyas todo cuanto amas. Lo sabía y creí que yo sería más fuerte que eso, pero me has hecho daño. Sólo hace poco que he empezado a vivir de nuevo, a recuperar mis fuerzas del amor que recibo. He encontrado en la vida lo que me has negado, lo tuyo es algo demasiado sutil para definirlo, la muerte que destilas amando siempre aparte, en alguna otra parte, no siendo completo>>.
      Incluso mientras escribe sobre June no puede ser sincero con aquella pasión; se extiende y se pierde en otras mujeres, en otros deseos, como un río demasiado ancho. Nunca la amó realmente en la vida, en el presente, en la realidad, sino sólo en su pérdida o mediante el dolor. La verdad es así de sencilla, y todas las perversidades de nuestro amor me asfixian, mis propios sufrimientos, mis concesiones, compasión, fe, generosidad, y Henry negativo, pasivo, irreal, sólo real en lo prosaico, y yo renuncio a la poesía, la busco en otra parte, lamentando que él no la posea. Ninguna alma en Henry, por más que dos mujeres le entregaron las suyas. No sé.
      Sentados en silencio, Henry dice: <<Sé que tengo algo muy malo, alguna perversidad>>.
      Somos yo y June, prolongando la tumba que él hace del momento presente en que exige pasión y ambas, June y yo, buscamos el amor en otra parte, lloramos por un Henry no nacido, abortado, amante de la palabras, poeta que sólo nos llora después de muertas. (…)






Anaïs Nin. “Fuego”. 1996, Siruela.



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