Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 3 de marzo de 2015

Montero Glez.



Fragmentos





Mi querido Mateo, la idea del orden es una enfermedad que sufrimos los militares, por eso, el caso más flagrante de desorden que puede darse en un país es el de poner a la cabeza a un militar para llevar las riendas de lo civil. La idea militar del orden es puramente material, mi querido Mateo, como materiales son los métodos que utilizan para llevarlo a la práctica. Palo y tentetieso, es la consigna. Pero lo peor no es eso, lo peor es el pueblo que hay veces que lo pide. Tomó un sorbo de ponzoña y alzando su copa vacía, exclamó: Vivan las caenas.

Al mateo le bastaba con escucharle para darse cuenta que aquel hombre llevaría dentro un soldado toda la vida.

Por eso, nuestro país, mi querido Mateo, ha sido, es y será la excepción. Los que piensan que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, se equivocan de lleno. Sólo hay que darse un garbeo por la historia más reciente de España para darse cuenta de que esto no es así. El viejo Espadón soltaba su discurso con el empaque del que se sabe en lo cierto, acelerando el tic nervioso en los ojos y alzando su copa vacía, como si aún estuviese llena de esperanza. La historia de nuestro país es la historia de la lucha de las clases altas por hacerse con el poder, mi querido Mateo. Sólo mirar nuestra burguesía, ya sea ilustrada o sin lustre. Cada vez que ha tenido oportunidad, se ha apoyado en la fuerza del pueblo para conquistar a la aristocracia zonas de poder. Nunca para transformar la sociedad. Eso es lo que pasa cuando el pueblo está desposeído de conciencia de clase, que lo utilizan para luego venderlo como carne de lidia. Carne de lidia, mi querido Mateo. Carne de lidia. (...)









En un principio, el Mateo había jugado con la idea de llegar hasta los últimos fuegos. Así se lo hizo ver al viejo Espadón, lanzar la bomba dentro de la iglesia y conseguir una obra sangrienta. Una faena donde cobrasen forma los bancos al entrar en contacto con el bermellón de las gargantas abiertas de cuajo. Y unos cuantos gramos de pólvora chamuscando los bigotes. Y el glorioso azul purísima extendiéndose más allá de los altares, de las tribunas, de los cuerpos desollados y de las alfombras reducidas a ceniza. Sólo los correajes y las cruces resistirían con rigidez el paso de las llamas. En el centro, coronando el cuadro, las tripas del rey, tachonadas con trozos de vidrio y cartílago. Y al fondo banderas y mantos, y túnicas y golas, vomitando el humo de la destrucción. Y un Cristo con la metralla incrustada en sus ojos, surgiendo de una montaña de cascotes y almendrilla. En su cabeza recién parida brillan siete clavos, como siete puñales sangrantes, de pecado.

¡Saltará la sangre en el barreño, mi querido Mateo! Aunque no sea San Martín, aunque no estemos en fecha. ¡Saltará la sangre en el barreño!

La idea que el Mateo le transmitió al viejo Espadón era alcanzar una explosión gloriosa de belleza que ni punto de comparación con lo de Salvador en el Liceo. A diferencia, la del Mateo iba a ser sublime, única; la expresión cruel de un ángel de alas negras, podrido de literatura y espanto, capaz de condenar a las altas jerarquías de palabra y obra, convirtiéndolas en ingredientes para su gozo de artista. El Mateo se mostró ante el viejo Espadón como un joven que cargaba con el instinto del que desea ser admirado por su propia faena.

Advierto en usted, mi querido Mateo, que está enamorado. Y el amor, es la carga más explosiva que existe. El viejo Espadón le dijo esto mientras volvía de la cocina de llevar las sobras de sopa. Afuera seguía lloviendo y sobre París se extendía el manto húmedo de la noche. (…)







Montero Glez. “Pólvora Negra”. Planeta, (Premio Azorín 2008)



No hay comentarios: